Demonios en el jardín

Ángel Aguado López. (7 septiembre 2019)

           DOS MUJERES DISPUTÁNDOSE EL AMOR DE UN HOMBRE, dos hermanos cainitas que se disparan o que se besan a la vez, una madre-sargento y un querubín apolíneo que desata la ternura femenina. Todo eso en el interior de una cueva de estraperlo de garbanzos y lentejas, orquestinas pachangueras bebedoras de tintorro, curas glotones, falangistas arribistas, niños pordioseros y gitanillos palmeros. Esos demonios en el huerto familiar que Manuel Gutiérrez Aragón filmó —«con cuatro duros porque no teníamos dinero»— en 1982 y que reflejan tragicómicamente los usos amorosos de los amantes furtivos, la España de los NODOS del Caudillo imperial pescando salmones, los excesos abusivos de los “camisas viejas”, la precariedad de los abastos a la población, la zafiedad de la Guardia Mora, las hambrunas de la España de posguerra…

  demonios_en_el_jardin   Pero la película no provoca el rechazo a esa época, más bien concita alguna risa y aplausos tras la proyección. Y ternura y seducción el personaje infantil, Juanito, ese niño que remueve la maternidad frustrada y la insatisfacción sexual de Ana (Ana Belén) y el orgullo maternal de Angelita (Ángela Molina), triunfadora por haberse llevado al huerto al volandero Juan (Imanol Arias), en un duelo femenino navajero que controla la matriarca, implacable jefa (Encarna Paso), desde su trono, la caja registradora de su tienda de ultramarinos, donde gobierna el buen rumbo familiar, las cartillas de racionamiento ajenas y el escondite del aceite de contrabando.
«Veníamos del amor al cine, no hacíamos películas, hacíamos cine» cuenta en el cine Doré, la sede de la Filmoteca Española, Luis Megino, productor y co-guionista, junto a Gutiérrez Aragón, del film.

Carlos Reviriego, programador de la Filmoteca Nacional, Ángela Molina, Gutiérrez Aragón y Luis Megino en el Cine Doré durante el coloquio tras la proyección de Demonios en el jardín, septiembre de 2019. Photo: Rosa Gonsales Yeyé.

 

            «No tengo método de trabajo con los actores. Les dejo hacer. Ángela [Ángela Molina] no repetía nunca la misma toma, no hacía nunca dos escenas iguales, siempre cambiaba. Era la desesperación de los foquistas» recuerda Gutiérrez Aragón, el director de esta película inspirada en su infancia y en su familia, por la que recibió algún reproche benévolo de su padre: «No cuentes esas cosas tan tristes de nosotros», le dijo su progenitor después de verla. Porque en la película no existe el personaje del padre. Está idealizado en la ausencia, quizá simbolizando la dura realidad del exilio o de la desaparición física durante la contienda fratricida que se llevó por delante a tantos hombres, a tantos padres.

     «Mi personaje era uno de los míos, me resultó muy fácil interpretarlo porque era la historia de mi familia, de los míos» recuerda Ángela Molina ahora, 37 años después y aún vigorosa en su belleza de perfil de cariátide.
«Aquella era una época en la que el relato, el tiempo, eran más importantes que el dinero. Escribíamos la película, además del guion. El público iba a ver cine, ahora el público va a ver películas» cuenta con cierta nostalgia Gutiérrez Aragón. «Veníamos del amor al cine, nos autoexigíamos mucho, aunque hacíamos películas para nosotros, ahora aquello sería imposible» recuerda Luis Megino apostillando que «la película no pertenece a un género concreto. El espectador se siente incómodo porque no sabe muy bien cómo responder, cómo clasificar “Demonios”, no es cine social ni documental ni denuncia. Qué es, entonces. Es más bien un relato poético de un momento histórico. Incidíamos en lo artístico, escribíamos cine antes de rodarlo».

     La película tuvo en su momento un gran éxito de crítica y público. Eran los tiempos de la Transición democrática y había que desvelar, vaciar el armario de aquellos demonios ocultos en la memoria colectiva de la derrota. Consiguió la Concha de Oro a la mejor película en el Festival de San Sebastián y varios premios internacionales. Los mejores profesionales del cine de la época trabajaron en la película: montaje (Pepe Salcedo); fotografía (José Luis Alcaine); música (Pedro y Javier Iturralde); escenografía (Andrea Dodorico). Ahora resulta incluso divertida, aquella España negra, aquellos franquistas ridículos y aquellos personajes grises. Y el niño Juanito, el amor de todas las madres, incluso de las que no lo fueron.

           La Filmoteca Nacional está proyectando, en su sala del Cine Doré, un ciclo sobre el cine de Manuel Gutiérrez Aragón. Será durante el mes de septiembre. Todo el cine de Gutiérrez Aragón, toda una época y unas emociones al alcance de los espectadores. No se lo pierdan.

Gutiérrez Aragón y Fernando Méndez Leite en el vestíbulo del Cine Doré en una foto reciente. Foto: Terry Mangino.

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Programación de la Filmoteca durante el mes de octubre de 2019

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